Traducción y estudio introductorio de J. Rafael Martínez E.
Sobre hombros de gigantes como los de Galileo se erigieron las columnas de la nueva ciencia que vendría a reemplazar la vetusta filosofía natural derivada —con algunas adecuaciones realizadas a lo largo del Medievo— de la física aristotélica.
Sorprende en nuestros días saber que ese mismo Galileo, patrono de hurgar en la naturaleza cuando de entenderla se tratara, impulsor de una faceta más cercana de lo que hoy en día significa experimentar, se ocupara de dirimir una polémica surgida en torno de las opiniones de dos personajes —Antonio di Tuccio Manetti y Alessandro Vellutello— acerca de las dimensiones y figura del Infierno. Ambos tomaban como referente las descripciones de esta región que aparecían en la Comedia de Dante, y Galileo, por entonces un joven académico, versado por igual en literatura, música, pintura y matemáticas, representaba una excelente opción para dilucidar la forma, lugar y medidas de ese espacio de círculos jerarquizados que parecía gozar de una realidad tan concreta como los territorios donde transcurría la cotidianeidad de la vida.
¿Cabía dudar de la existencia de este espacio luciferino, tantas veces referido en textos, imágenes y sermones? Ciertamente no, y tan concreta era su presencia en la mentalidad cristiana que constituía un elemento destacado en los llamados a recuperar la senda de la fe y abandonar el pecado, si no por otra cosa, por el temor a ser remitido durante lo que quedaba de la eternidad a las moradas infernales.
El texto del cardenal Bellarmino —El infierno y sus tormentos—, que aquí se incluye, junto con la introducción que le precede, se conjugan para recuperar la visión de una época en la que solo una especie de sfumato parecía separar lo real de lo imaginario, lo que se sabe de lo que se cree o se teme.
Ilustraciones: Santiago Robles
80 pp / 16.5 x 23 cm
ISBN: 978-607-96644-0-4